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Por: Dr. Luis Enrique Ferro Vidal

“Por mi raza hablará el espíritu” pero aun en la vida nacional el pueblo mexicano anda en pos de ese espíritu del cual la raza pueda hablar, por lo que esta frase nos deja inconcluso el problema de la comprensión de la diversidad cultural como uno de los grandes problemas en la definición de una identidad nacional y latinoamericana, una identidad que permita abrir las alas que den el vuelo a las acciones de ese espíritu que solamente se puede vislumbrar en la comprensión de un mundo pluricultural, en donde las historias se entretejen con otras historias, en donde la diversidad de las manifestaciones de la existencia se comparten y los relatos de los tiempos se trasmiten para encontrarse con la historia, la identidad y el sentimiento de pertenencia que se forja en una infinidad de reinvenciones de nuestro presente.

 

El espíritu mexicano y latinoamericano se encuentra en la búsqueda de su ser, es decir de su propia identidad, no atina todavía si debe trabajar para la patria o para la nación, si debe articular sus caminos hacia las expresiones de los sentimientos y las emociones, o debe articular sus caminos hacia el mundo regido por la ideología mestiza y de la razón.

Espero que ese espíritu homogéneo no sea un epitafio de las expresiones pluriculturales que brindan el secreto de nuestra existencia, ya que la pluriculturalidad es nuestro origen. La pluricultural es nuestra esencia que nos acompaña hasta el presente, y es la pluriculturalidad misma la conciencia que nos viene de herencia y fundamenta nuestras acciones en los albores de nuestro tiempo. De ahí que una de las importancias de la Antropología Mexicana en todas sus ramas sea el rescatar de las orillas del tiempo los restos materiales, históricos y culturales para configurar un resquicio más de nuestra comprensión de ser en el mundo.

Con cada nuevo fragmento que sale a luz, se abre el horizonte de la existencia cultural de nuestro pueblo. Con cada fragmento se desentraña de los exilios de la memoria la presencia de un mundo propio para construir en los tiempos actuales los relatos de un mundo que nos permita recordar o comprender en el devenir de nuestro tiempo, nuestra propia intimidad, nuestro vivir consuetudinario, porque en la intimidad seguimos siendo diversos pero seguimos siendo nosotros.

Sin embargo, en el estado de Guanajuato ese nosotros tan diverso, se observa y se siente alejado de su realidad, aunque es un estado que cuenta en su haber cultural con un rico pasado prehispánico y un presente indígena, el problema principal se centra en que no ha sido comprendido e integrado como parte vivencial de la cosmovisión e identidad guanajuatense en las ciudades y su mundo rural. En Guanajuato se prefiere el mundo moderno y quijotesco, la alta cultura sobre la cultura íntima, por lo que el mundo indígena en este territorio aparece por lo general tan sólo como un referente histórico, como una hipótesis que se desvanece en la memoria por las crónicas de su historia de colonización y los vericuetos interculturales surgidos por un sistema de poblamiento caracterizados por los caminos y veredas del Camino Real de Tierra Adentro, en donde la riqueza era y sigue sustentándose en el cuerpo de sus riquezas materiales que ciega el amplio caudal de su espíritu cultural. Ante estas manifestaciones de negación a lo diverso, lo indígena en el pensamiento Guanajuatense vive y perdura en tiempo pretérito.

El tiempo y el mundo indígena es para el pensamiento de la guanajuateneidad un tiempo que vive en los diálogos del pasado, y el indio en el presente mantiene en los registros de lo que puede considerarse resquicios culturales, ya que, en esta parte del país, el indígena ni siquiera merece ser parte de las vitrinas de su museo regional como en otros estados y les niega su presencia en la vida del país y del pensamiento Guanajuatense.

Esta situación ha producido una negación al inconsciente colectivo de su población para integrarse como parte de ese pasado, impidiendo adquirir un conocimiento de los grupos indígenas y tradiciones que existen en nuestro presente y que forma parte de ese nosotros que sigue siendo una hipótesis que espera encontrar un reencuentro ante la diversidad cultural. Ante esta reflexión quedo aquí preguntándome ¿qué es la guanajuateneidad que vivo y olvido.