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León, Gto., a 01 de octubre de 2025.- En la segunda edición de Diálogos Universitarios, espacio promovido por Campus León de la Universidad de Guanajuato (UG), especialistas abordaron el tema de la salud mental, ofreciendo miradas complementarias sobre el bienestar emocional y su dimensión colectiva.

En la sesión moderada por la Dra. Luz Adriana Dávalos Pérez, profesora-investigadora del Departamento de Enfermería y Obstetricia, se contó con la participación de la Dra. María Luján Christiansen, profesora-investigadora del Departamento de Filosofía de la UG; el Dr. Juan Humberto Macías de la Cruz, médico psiquiatra especialista en trastornos del sueño y profesor de tiempo parcial en el Departamento de Medicina y Nutrición; y el Mtro. Edgar Daniel Páramo Castillo, psicólogo clínico especialista en prevención del suicidio y docente de la UG.

Las y los académicos universitarios coincidieron en lo fundamental que representa el conversar sobre la salud mental, al señalar es hablar de algo mucho más amplio que la ausencia de enfermedad.

La Dra. Christiansen propuso una imagen que resonó durante toda la charla: la "huerta afectiva", al hacer alusión a un jardín que necesita agua, sol y cuidado constante; refirió que nuestros vínculos emocionales requieren atención, tiempo y trabajo colectivo para florecer. Esta perspectiva permite concebir la salud mental desde una construcción en comunidad a través de las relaciones que se tejen día a día.

Por su parte, el Dr. Macías de la Cruz aportó claridad desde lo clínico. Con un ejemplo, explicó que el sentir tristeza ante una pérdida o ansiedad frente a un examen importante es parte de la experiencia humana. El problema, señaló, surge cuando estas emociones comienzan a afectar la vida cotidiana de manera significativa, “cuando no se puede dormir, cuando se abandonan las actividades que antes generaban placer o cuando las relaciones se deterioran”.

El Mtro. Páramo Castillo subrayó que la salud mental es una capacidad viva y dinámica para enfrentar las adversidades. Por lo que refirió que no se trata de estar siempre felices o libres de problemas, sino de contar con herramientas para atravesar las dificultades. Indicadores como la capacidad de agradecer, amar y encontrar sentido en lo que hacemos son señales de bienestar emocional, dijo.

Un pilar de la charla fue el papel del entorno, ya que, en ocasiones, las personas no logran identificar su propio malestar, y es la mirada atenta de un compañero, compañera de clase, una amistad o un familiar la que puede hacer la diferencia. La salud mental, coincidieron es una responsabilidad compartida que se cuida desde la empatía y el acompañamiento mutuo.

La Dra. Christiansen advirtió sobre la patologización: “la tendencia a etiquetar o convertir cada emoción difícil en un diagnóstico puede generar más daño que beneficio. Antes de clasificar, hay que escuchar. Antes de patologizar, hay que acompañar”.

Las y los panelistas también pusieron sobre la mesa los determinantes sociales de la salud mental, como la pobreza, la violencia, la desigualdad y la discriminación, al identificar que no son factores externos al bienestar emocional, sino condiciones que lo moldean profundamente. No se puede cuidar la mente sin considerar el entorno en el que esa mente existe, señalaron.

Durante la ronda de preguntas, surgieron inquietudes diversas sobre cómo identificar cuándo buscar ayuda profesional y cómo acompañar a alguien que está pasando por un momento difícil, así como el uso de la inteligencia artificial en la salud mental. Con ello, las y los especialistas insistieron en principios básicos para el ser humano, como el escuchar sin juzgar, estar presente sin imponer y reconocer que pedir ayuda es un acto de valentía.

El foro cerró con la invitación clara de que cuidar la huerta afectiva implica cultivar relaciones significativas, reconocer la vulnerabilidad como parte de la fortaleza humana y construir comunidades dispuestas a escuchar.

La salud mental, se reconoció, no es un estado fijo ni un destino al que se llega, sino un proceso que se construye día a día con autoconocimiento, apoyo mutuo y apertura al diálogo. Por lo que esa apertura en espacios universitarios no solo sirve para formar profesionistas competentes en sus disciplinas, sino personas capaces de vivir felices, empáticas y realizadas en el ámbito social y personal.

 

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